Humildad
Una persona realmente humilde se alegra por el bien ajeno y por la grandeza que le rodea, está libre de todo complejo y de compararse con otros. El humilde es libre, no necesita que le alaben o que le reconozcan, que le aplaudan o que le elogien sus virtudes, porque sabe quién es y cuál es su valor.
Por eso la verdadera humildad es fuente de confianza, de coraje y de libertad. Quien es humilde no mendiga el reconocimiento y no se desanima cuando le falta, porque su alegría no nace de la opinión ajena.